jueves, 28 de julio de 2016

La Cruz de Hierro

La Cruz de Hierro o de Ferro (en gallego) es uno de los puntos más altos del Camino de Santiago, así como uno de sus más simbólicos. Nada le dirá a unos ojos deseosos de ver algo espectacular (con el paisaje y su vista debería sobrar) más bien es uno de los monumentos más sencillos que he visto en el Camino.
Como todo lo que tiene gran valor al alma, hay que ver un poco más allá... bien diría no hace poco Saint-Exupéry. ("Lo esencial es invisible a los ojos")
Porque para llegar a ese estado de percepción del alma primero los peregrinos recorren un largo y abrupto trecho, con algunos tramos de vértigo y despojados hace varios días del ruido de la ciudad.. En el cansancio físico y el silencio interior se despiertan otros sentidos que parecen apagados en el ritmo diario de la vida cotidiana.
A simple vista es sólo un montículo de piedras y un alto poste en el que se erige una Cruz de unos 5 metros de alto.
 Pero este es uno de esos momentos en los que no alcanzan las palabras para explicar lo que se siente porque me doy cuenta que el mejor consejo que podría darle a alguien es "tenés que vivirlo por vos mismo"..
Como comenté en dos posts atrás, la noche anterior a mi subida a la Cruz, los monjes benedictinos nos habían contado como los peregrinos cargaban con su propia piedra para depositarla a los pies de aquella Cruz, símbolo de lo que querían dejar atrás. Cargar nuestras propias piedras... Eso es lo que muchas veces hacemos, aún sabiendo que nos pesan y que nos van quitando nuestra libertad pero las seguimos cargando.. quizás porque nos brindan seguridad o quizás porque nos hemos acostumbrado a nuestra piedra. No tengamos miedo de caer por largar nuestras piedras, ellas no nos otorgan equilibrio sino un mayor peso..
Tengo preparada mi roca, sé que es simbólica, que la roca no importa.. sólo importa poder dejar los verdaderos pesos interiores que uno carga desde hace mucho, los que mayor peso le hacen a mi espalda. Mi mochila se hace liviana con sólo pensarlo. De todos modos dejo a los pies de la Cruz la mía, se que el ser humano es un ser de ritos y a veces los necesitamos para poder contemplar mejor el acto que queremos hacer más tangible.
Dios toma nuestras pequeñas intenciones mucho más de lo que creemos.
Me emociona ver la cantidad de seres que han depositado su roca aquí, un pedazo de cada uno de ellos estará allí por siempre, sus rocas, fotos, rosarios, ropa...
Creo que la Fe y la Esperanza de todos ellos merece un gran respeto, sea lo que sea que hayan venido a buscar.
Qué he venido a buscar yo? Acaso lo sé?
Quizás ser mejor persona, crecer internamente un poco más... O quizás sólo nutrirme de estos paisajes maravillosos.
Me despido de la Cruz.. realmente es un lugar especial, de algún modo se puede sentir en el aire la fuerza de los sentimientos que los peregrinos han depositado en ella. Me vuelvo a olvidar mis bastones, esta vez sólo 100 mts. Voy mejorando.. Creo que inconscientemente prefiero sólo apoyarme en mis propias fuerzas.
Paso por Manjarín.. un pequeño refugio de montaña habitado por Tomás Martinez, un hospitalero vestido de antiguo templario que hace ya muchos años vive allí y atiende a los peregrinos que pasan por el Camino, también se dedica a cuidar de sus 7 perros e incontables gatos, su huerta y los arreglos de su humilde casa. Tiene un riguroso horario para cada quehacer, iniciando el día con una oración.
Tras dejar su trabajo abrió un muy modesto albergue en el que no podrán encontrar demasiados lujos (a decir verdad no hay baño, como para que se den una idea) aunque si encontrarán un ambiente especial para descansar.

Quisiera quedarme más tiempo pero debo continuar mi Camino si quiero llegar a Ponferrada para pasar la noche allí. Estoy muy cansada porque la subida ha sido muy dura, pero aguanto un poco más para descansar un rato en el "Acebo", un bellísimo pueblo con tejas azules muy pintorescas en el que decido frenar mis pies para preparar unos sandwiches con algunas cosas que pude comprar en un supermercado el día anterior a la subida a la montaña, es increíble lo barato que es el jamón serrano acá.
Me siento en la primera calle que veo, me saco las zapatillas (el cansancio puede hacer que no nos importe demasiado la mirada de los demás) y me doy cuenta lo cansada que estaba recién en ese momento, pero aún me quedan unos 16 kms a Ponferrada y sólo hice 17kms (aunque en subida)
La subida continúa y yo estoy cada vez más cansada. Veo unos plantas que creí tomates cherrys pero luego descubro que no... es un gusto similar a un pimiento hervido, me agrada.
Es increíble la cantidad de comida que se puede encontrar en el Camino, me encanta la idea de intentar probarlas a todas. En mi casa me preocupo por lavar las frutas con cuidado y acá... acá aún no he lavado una fruta y me siento más saludable que nunca. Uvas arrancadas de viñedos, manzanas rojas y verdes caídas o del árbol, duraznos, membrillo, castañas, nueces a montones, higos.. no, higos no.


Llego al pueblo Molinaseca. Mi sonrisa no alcanza para contener la alegría de ver algo tan bello, parece sacado de un cuento.
Hay que cruzar el río Meruelo a través de un puente románico en el que se puede apreciar una escalera como si fuera una piscina en la que la gente se baña cuando tiene mucho calor. Me impresiona lo bonito que es, así que decido quedarme y hacer noche allí en vez de llegar a Ponferrada.. Un poco por su belleza, pero también por mi gran cansancio. Me quedo en el albergue "Santa Marina". Sus dueños son dos personajes que me hicieron reír desde el primer momento en que pregunté donde estaban las duchas y me dijeron que no había. Me contaron que una vez le hicieron esa misma broma a una japonesa y se tiró a llorar en el piso del albergue... La importancia de una ducha para un peregrino es mayor de lo que podrían imaginar.
Luego de un gran baño decido recorrer la ciudad. Me encuentro con casas llenas de escudos, de historias medievales y una pradera que cautiva los sentidos..
Me quedo un largo rato mirando a unos niños jugar, experimento alegría en cosas tan raras en el Camino de Santiago... Me siento a comer y pido unos spaguettis con vino de la Rioja (España)
regreso al albergue y sus dueños me invitaron a cenar y tenían más spaguettis para ofrecerme (no lo rechazo por cordialidad) Hablamos de política, me cuentan como ven a la Argentina y me hablan con mucho cariño de los argentinos, nos aprecian mucho ya que hay muchos de nosotros trabajando en España y se han hecho de varios amigos.
Me río de como discuten con sus esposas, siempre terminan las peleas riéndose.. me encanta el carácter de esta gente!  Mis ojos ya no pueden más y mañana me espera otro día largo así que me voy a descansar..









Albergue Santa Marina


Descansando en Cruz de Hierro

Camino a Manjarín


Gatos templarios






El Acebo


Llegando a Molinaseca... El cansancio era proporcional a la felicidad que sentía











martes, 5 de julio de 2016

El Síntoma del Caminante


Poder caminar mientras se asoma el amanecer entre las montañas de España no tiene precio... ("Las mejores cosas de la vida son gratis"..) así que decidí dejar el monasterio temprano..
Mis piernas nuevamente felices de retomar el CAMINO.
Cuando se está muchos días caminando de este modo se va descubriendo nuevos cambios físicos y psicológicos. "El Síntoma del Caminante" lo denominé mientras justamente.. caminaba.
Antes de mi, miles de personas han escrito sobre el arte de caminar, yo sólo puedo escribir sobre los síntomas que descubrí en mí caminata.
Los primeros días fueron los más duros porque mi cuerpo no estaba aún acostumbrado al compás diario de mis pies, pero a medida que pasaban los días me sentía rara cuando "descansaba"...  mis piernas me preguntaban (aún con un poco de dolor) Cuándo continuamos?
Si llegaba a grandes ciudades alejadas de la naturaleza, mi mente se sentía confundida y perdida, rogando pronto encontrar el camino al próximo Bosque..
Mi descanso lo encontraba caminando un poco más lento o tirándome a descansar un rato debajo de algunos árboles en caso de un cansancio mayor.
Las comodidades del pasado se volvieron incómodas e innecesarias. Mi único anhelo era la palabra "albergue" al final del día y con una simple ducha ya encontraba satisfacción. Y si podía lavar mi ropa.. mejor aún.
Experimentaba gozo tan sólo con el aire fresco en mi rostro, miraba los árboles desde abajo viendo como danzaban con el viento e intentando seguir sus pasos con mi propio caminar.
El tiempo se detenía... sólo estaba sumergida en un río sin pasado ni futuro... El Camino.
Mi mente sólo se preocupaba por las flechas amarillas, me apoyaba en ellas para no perderme pero es el río el que me conducía.
Literalmente pierdo la noción del tiempo, sin poder siquiera saber que día de la semana es, ni hace cuántos días que llevó caminando., ni por cuántos pueblos he pasado. Sólo hay imágenes de lugares, personas con las que he hablado, sueños que he tenido...
Mientras hago esta reflexión me doy cuenta que he olvidado mis bastones en el monasterio.. pego la vuelta para ir a recuperarlos. Mientras caminaba de regresa al monasterio, una chica me grita "wrong way!" le explico que en realidad sólo estoy regresando para buscar mis bastones a lo que exclama: "ups! me too!"
Bueno, a decir verdad, en el fondo me sentí un poco bien de saber que no era la única que hacía kilómetros de más y siempre por el mismo motivo.
Esas casualidades tiene el Camino, regresamos por nuestros puntos de apoyo y aprovechamos a caminar juntas hasta el próximo pueblo. Increíble como en tan poco tiempo uno puede llegar a conocer tanto del otro, kms de reflexiones de vida que a veces no he llegado a tenerlas con algunos amigos en años. Me cuenta que está haciendo el Camino porque acaba de terminar una relación de muchos años. Mientras se van dejando ver un poco los rayos de luz, puedo percibir mejor su rostro y me doy cuenta que la noche anterior me había quedado mirándola durante la cena, me llamaron la atención sus ojos cargados de tristeza y en ese momento esa nostalgia se apoderó de mi como si su propio espíritu hubiera saltado para pedirme ayuda...
También me cuenta que tiene una enfermedad muy grave y que espera un milagro. Cuando era más chica su hermana había fallecido de la misma enfermedad... no pude comprender el nombre de la misma ya que mi inglés médico es muy limitado. Le conté lo que había experimentado en sus ojos la noche anterior.. increíblemente en ese momento lloramos juntas.
El siguiente pueblo, Foncebadón, se acerca y el Sol también. Nuestros caminos se separan.
Nuevamente la soledad y mi espíritu que continúa su río con sus propios dolores y esperanzas... Rezo por ella.. Ojalá consiga el milagro que ha venido a buscar.